Aunque lleguemos tarde ya, no he querido rechazar la
oportunidad que desde este blog se me ha ofrecido. Entrada ya la primavera os
traigo la que para mí es una de las flores más emblemáticas del otoño en
nuestro querido escarpe: Mandragora autumnalis Bertol., Elench. Pl. Viv. Horti Bonon. 6
(1820)
Quizás por ese pecado generalizado de la naturaleza humana, querer siempre lo que no se tiene, os traigo hoy este “gigante” con una doble intención. Recordar lo que no se tiene por aquello que se pueda perder; nuestra riqueza paisajística y nuestros bellos rinconcitos que tenemos que proteger, conservar y disfrutar. Y por otro lado mi segunda intención es algo más personal, e incluso egoísta, recordar esos paseos eternos que me marcaba calcarenitas arriba, margas abajo, buscando en solitario esa planta, aquellas vistas, esa flor, ese momento, ese detalle…esa fotografía, estas fotografías.
Pero bueno centrémonos en lo importante, que es lo que esta
maravillosa idea bloguera nos requiere. Es la mandrágora una ultra-conocida
planta de nuestro entorno, rectifico, más bien el término, su denominación, su
leyenda y su fama cinematográfica y esotérica es muy conocida, no tanto así esta
Solanácea. Como la descripción técnica y taxonómica es fácil de localizar en
internet (os dejo su referencia en la Flora ibérica: http://www.floraiberica.es/floraiberica/texto/pdfs/11_134_07_Mandragora.pdf)
yo me centraré en describírosla de la forma más cercana posible, para así diferenciarla
y disfrutar de ella.
Es una herbácea en la que las hojas salen en roseta y quedan
a ras del suelo, raramente se alza un tallo. Sus hojas tienen forma de lanza
redondeada, son de un tono verde oscuro y aspecto coriáceo, su nervio central
en ocasiones se vuelve púrpura y a veces tiene pelillos (pubescencias) sobre
todo en el envés. Cuando florece aparecen varias flores en el centro de la
planta, con unos largos peciolos. Son flores vistosas de tamaño considerable
(unos 3,5 cm) y color que va del malva claro casi blanco al morado más intenso.
Sus cinco pétalos están soldados en la base en la que, si te fijas un poco, se
insertan los estambres. Su fruto se asemeja a un pequeño tomate o quizás más
bien a una pequeña berenjena (porque conserva el cáliz que lo abraza de forma
parecida a esta hortaliza). Es de un color anaranjado o rojizo, que cuando
madura y seca torna a negro y huele bastante mal.
Pero si tenemos que mencionar una parte de la planta a la
que se le atribuya su mencionada fama ésta es su raíz. Antes de seguir os pediría que no
comprobarais los siguientes datos ya que la intención de este blog es
divulgativa y proteccionista, y no podemos esquilmar la escuálida población de
Mandrágora de Carmona para saciar nuestra “erudita” curiosidad. Dicho
esto fiaros de mí, o mejor de los libros; según éstos la Mandrágora posee una
raíz ramificada que comúnmente se divide en dos haces principales. En contadas
ocasiones tiene forma antropomórfica hecho que, junto a su riqueza en
alcaloides, le ha dado esta truculenta fama de planta de las brujas.
En definitiva una hermosa planta con historia que, como ya
dije, merece la pena buscar, disfrutar y proteger. Un diamante más de nuestro
escarpe, uno más de los que este fantástico blog nos descubre e irá
descubriéndonos. Gracias Enrique por la idea y a todos los
“posteadores” por compartir vuestra mirada.
Jesús Fernández Gómez
Biólogo
Profesor
...maestro para mis alumnos
Biólogo
Profesor
...maestro para mis alumnos
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